CAP 4: Aleteos y sofocos

Parsae no podía concentrarse en los trazos de su dibujo. En principio quería retratar a su madre mientras tomaba ese incómodo té en la salita de los Verisen, pero cuando intentaba recordar cada detalle de su rostro y expresiones le distraía la imagen de su futuro marido con su rictus de amargado y era incapaz de dibujar ni un solo trazo.

Finalmente decidió dejarse llevar y que su mente rebelde tomara el mando de su mano. En el papel comenzó a tomar forma una figura oscura y triste. Hasta ese momento no había reparado de forma consciente en la profunda pena que encerraba cada expresión de Danos. Cuando terminó, examinó un segundo su obra y notó un intenso desasosiego. Cerró el cuaderno con brusquedad. Lo mejor sería arrancar la hoja y tirarla a la basura. Vaya dibujo deprimente le había salido. Lo que le faltaba para arreglar su día.

De repente, le faltaba aire para respirar. Quizás debería dar una vuelta por los jardines para animarse. Tenían fama de ser impresionantes. Dejó el cuaderno donde estaba olvidándose a propósito del dibujo y se dispuso a hacer lo que se había propuesto. Tenía que confesarse que le daba un poco de inquietud tropezarse con alguien de la estirada familia a la que había ido a caer, pero se consideraba una persona valiente. Y, de todas formas, no podía encerrarse en su habitación para siempre. Ya había pedido que le enviaran la comida a la habitación ese día porque no se sentía con ganas de comer con esa gente. ¡No podía seguir así!

¿Qué posibilidades había de que se los encontrará en un jardín tan grande? Poquísimas. Casi ninguna.

Nunca conjures a la mala suerte porque saldrá a tu encuentro. No se encontró a un Verisen sólo, ¡sino a dos! 

¡Y que dos! Los peores de todos. Nada más y nada menos que al mismísimo Danos y a su hermana. Buf. Que pereza le daba comenzar una conversación con ellos. No quería confesarlo, pero le ponían muy nerviosa. ¡A ella! Que tenía nervios de acero. Pero qué querían. Si eran las dos personas más bordes y desagradables que había conocido jamás. No se podía negar que se parecían en lo que a la personalidad y carácter se refiere. Y mucho.

Si no se los hubiera encontrado de frente al menos podría haber fingido que no los había visto y escapar de esta irritante situación, pero habían cruzado miradas. No había escapatoria. Mejor componer una deslumbrante sonrisa… espera, deslumbrante no. Nada de deslumbrante, que este chico tenía la piel muy fina y seguro que se sentía molesto tan sólo de intuir sus pensamientos. Nada de alusiones lumínicas. Mejor una sonrisa mágic… Bueno, una sonrisa a secas y ya está.

Parsae estiró las comisuras de sus labios con gran fuerza de voluntad y se paró cuando se encontraron a mitad del sendero. Verea imitó su sonrisa al instante, pero su hermano permaneció con expresión lúgubre. Las dos hadas que los seguían un poco más retrasadas se unieron a ellos rápidamente y la miraron con curiosidad. Eran dos chicas jóvenes que mostraban un gran parecido con la hermana mayor de Danos. 

La hadita supuso que se tratarían de familiares de la rama de Adamena. Ellas fueron las únicas que le dedicaron una sonrisa sincera.

—Buenas tardes—la saludó escuetamente Verea con claras intenciones de seguir su camino. Pero las dos acompañantes lo impidieron.

Antes de que Parsae pudiera contestar al saludo de su futura cuñada, las dos jóvenes ya la habían rodeado con claras intenciones de descubrir su identidad. Danos se hizo a un lado discretamente para desligarse del grupo de féminas.

—Buenas tardes. Permite que me presente —comenzó la que parecía más mayor —. Soy Doverais y ella mi hermana Yazasia. Somos primas de Verea. ¿Eres una amiga de la familia? Nunca te habíamos visto por aquí.

Parsae se dio cuenta extrañada de que las chicas excluían a Danos de forma natural y al aludido, que ahora se dedicaba a observar con bastante desgana el seto que tenía delante, parecía no importarle lo más mínimo. No así a su hermana, que a duras penas lograba contener su indignación, pero que permanecía al lado de sus primas intentando parecer serena por educación.

La hadita sonrío a ambas jóvenes y se dirigió con un tono bastante alto al oscuro chico que ahora había pasado a examinarse las uñas.

—Danos, no te perdonaré si no me presentas como es debido a tus encantadoras primas.

Un pesado silencio se hizo dueño del jardín. Casi parecía que hasta los pájaros habían dejado de moverse y piar.

Su prometido alzó la vista sorprendido y abrió y cerró la boca un par de veces sin emitir sonido alguno. Verea sonrió casi imperceptiblemente. No podía negar que la reacción de la recién llegada a la mansión había sido totalmente de su agrado, aunque eso no cambiaba la desfavorable opinión que seguía teniendo de ella.

—¡Danos! —insistió Parsae acercándose a él con gran elegancia y cogiéndose de su brazo a traición —. Soy su prometida —Terminó presentándose ella misma con tono alegre.

Ahora fueron las primas las que abrieron y cerraron la boca varias veces sin encontrar palabras. La primera en reaccionar fue Yazasia, una hada que aún conservaba sus rasgos infantiles.

—¡Oh! —exclamó con una mezcla de sorpresa, incredulidad y varias emociones más — Felicidades. Que contenta estoy de que mi primo vaya a casarse.


Y realmente parecía bastante feliz con la idea. Su hermana mayor, en cambio parecía consternada y mirada a la pareja con algo de lástima. Carraspeó y siguió el ejemplo de su hermana pequeña.

—Enhorabuena. Es maravilloso que Danos haya… er… encontrado a alguien… mmmm… con quien casarse.

Se acercó a Parsae y cogiéndole una de sus manos se la apretó con cariño.

—Espero que nos llevemos muy bien y si necesitas a alguien con quien hablar, o lo que necesites, quiero que sepas que puedes contar conmigo —se ofreció con total sinceridad y cariño.

La prometida se liberó del agarre de su interlocutora de una sacudida. ¿Le estaba dando la enhorabuena o el pésame? ¿Qué le pasaba a esta gente? 

—Estoy perfectamente bien. Gracias —contestó con fría educación —. Estoy segura de que Danos y yo vamos a ser inmensamente felices —aseguró mirando con admiración a su futuro esposo, que parecía no saber dónde meterse.

¡Diantres! Sí que era guapo el condenado. Y estaba segura de que también era inteligente y muy capaz de mantener una conversación interesante si solamente le diera la oportunidad. ¡Si hasta la Guardia lo tenía como consejero! 

Además, ya veía por donde venía el problema de la personalidad hostil de su novio. No tener magia desde el nacimiento no tendría que ser tan aterrador, ya que la mayoría de los seres de Oscurio eran así y eso no les suponía ningún trauma. El problema venía claramente del entorno. Sólo necesitaba un poco de cariño para abrirse. De eso estaba segura, meditó esperanzada.

Mientras tanto, el protagonista de sus pensamientos intentaba zafarse del agarre de su novia sin parecer muy grosero. La situación le estaba incomodando demasiado y notaba como el sudor le empezaba a empapar la espalda. No ayudaba que hiciera un día cálido y soleado, pero era la proximidad de esa chica rara lo que le estaba poniendo sumamente nervioso. ¿No podía simplemente ignorarle y hacer su vida como hacía la mayoría de la gente? Observó la actitud desafiante de ella ante sus primas y sintió algo extraño que no supo identificar. 

Él sabía que Doverais y Yazasia no se estaban comportándose así con mala intención. Al contrario. Con el tiempo habían aprendido que al pobre Danos era mejor dejarle tranquilo. Les daba una pena tremenda su desgracia. ¡Haber nacido sin magia! Desde pequeños siempre le habían tratado con amabilidad y cariño, pero la lástima que sentían por él era lo que más le dolía. El desprecio, la decepción o la burla la podía aguantar, pero que le tuvieran pena no lo soportaba.


Tampoco se sentía muy tranquilo con la actitud de Parsae hacia él. Era la primera vez que no calaba a alguien desde el principio y predecía todas sus reacciones. Con esta chica nunca sabía lo que iba a pasar y eso le daba un miedo terrible. 

Ella notó sus intentos de alejamiento y se abrazó aún más a él lanzándole una miradita de advertencia. ¡Cómo se atrevía a ser tan descarada! Danos sintió bullir algo parecido a indignación en su interior, pero dejó de resistirse a las muestras de cariño de su prometida con comedida resignación.  En realidad, tuvo que admitir que le resultaba agradable sentir su calor en el costado, pero nunca lo confesaría en público. Intentó poner cara del desinterés más absoluto, pero un ligero rubor en sus mejillas y orejas lo delataban.

—Me he expresado mal y pido disculpas por ello —continuaba en ese momento su prima mayor —. Quería decir que debes sentirte muy sola si has llegado hoy a esta casa y que estaría encantada de acompañarte mientras dure mi estancia aquí. Mi hermana y yo hemos venido para quedarnos hasta final del mes —rectificó amablemente.

Yazasia asentía fervientemente ante cada palabra con una expresión de gran emoción reflejada en la cara.

—¡Oh sí! —se unió a la conversación —. Yo también estaré encantada de hacerte compañía —se sumó a la oferta entusiasmada —. Mi primo es maravilloso. Él sólo lleva un montón de asuntos importantes porque es listísimo.

Danos terminó por ponerse completamente rojo. No se podía creer que Yazasia tuviera tan buena opinión de él. En realidad, no podía creer que nadie tuviera tan buena opinión de él.

En algún lugar cercano a su corazón notó un calorcito muy agradable, pero no lo reflejó en su actitud. Siguió con su aire taciturno y silencioso con la esperanza de que cambiaran pronto de tema y le dieran un respiro.

A Verea le brillaban sospechosamente los ojos. No tenía intención de relacionarse con Parsea más de lo estrictamente necesario, pero se veía en la obligación de participar en la conversación. Sobre todo, porque se centraba en su querido hermano. Ella podía entenderle mejor que nadie, porque esas limitaciones que se encontraba él por haber nacido sin magia se las había encontrado ella por ser mujer. Había probado ser más inteligente que la mayoría, pero el único que le hacía caso en sus acertados consejos era precisamente Danos, el que más preocupaciones tenía y más obstáculos debía sortear. Cómo no iba a adorarle.

—Es más que evidente para todos quién sale beneficiada con esta unión —comentó con mala leche revestida de fingida dulzura —. Estoy segura de que nuestra querida Parsae es muy consciente de ello y está encantada de entrar en nuestra familia.


No lo podía evitar. A pesar de aprobar la actitud de su futura cuñada ante sus primas, no soportaba la idea de entregarle a Danos. Estaba segura de que acabaría haciéndole daño como todos lo demás.

—Oh sí —contestó la aludida también todo miel y azúcar —Si algo me ha quedado claro es que por aquí soy la única que ve más allá de vacuos brillitos y sabe el premio que se lleva por marido.  

Nada más soltarlo se mordió la lengua arrepentida. Para las hadas, la magia era igual que respirar. Ellos no conocían otra cosa, pensó molesta consigo misma. Miró a su prometido nerviosa. Esperaba que no se hubiera enfadado. 

Danos le devolvió la mirada con desconcierto y algo que la hadita no pudo determinar.

—Me alegra oír eso —se decidió a hablar por fin el protagonista de la conversación—, porque conmigo no va a haber mucho brillo en tu vida.

Su tono sonó más seco de lo que pretendía. Sinceramente, le había gustado la salida de Parsae. Era la primera vez que alguien le hacía sentir de verdad que podía valer algo a pesar su incapacidad para la magia y estaba seguro de que ella ni siquiera lo había dicho con esa intención, sino más bien por sí misma y para dejar clara su posición. Eso le agradaba aún más. 

Pero si pensaba que con sus palabras secas habría dejado cortada a su novia era porque no la conocía aún.

—Ni falta que hace —le contestaba ella muy resuelta en ese momento —La dependencia a la magia nos hace la especie más débil de todo mitos. Y eso es un fastidio. ¿No creéis?

Una aseveración tan atrevida provocó una reacción muy ruidosa y singular entre las féminas. Las más mayores exhalaron exclamaciones entre la indignación y el pasmo. Y la más joven aplaudió encantada.

—Yo pensaba que era justo lo contrario. Que la magia nos hacía los seres más poderosos de todo Mitos —le rebatió Yazasia ante la mirada reprobadora de su hermana y su prima.

Parsae estaba encantada con la jovencísima prima de Danos. Se notaba que la había impresionado favorablemente y, después de lidiar con tanta hostilidad era un soplo de aire fresco que le daba la vida. Además, le encantaba ser el centro de atención. No lo podía evitar.

—¡Oh! Pues es así. Nos hemos acostumbrado demasiado a hacer unos símbolos en el aire y que se haga nuestra voluntad. Una vez caí en una trampa mágica, me apagué del todo y no he pasado más miedo en mi vida —se entusiasmó hablando más de la cuenta —. Pero prefiero que cambiemos de tema porque sólo de recordarlo se me ponen los pelos de punta —aseguró con la esperanza de arreglar su metedura de pata.


Los ojos de su interlocutora se abrieron desmesuradamente.

—Me encantaría escuchar tu historia —gorjeó mientras daba pequeños saltitos en el sitio.

Su hermana la sujetó devolviéndole la compostura.

—Es fascinante la gran imaginación que tienes —comentó mordazmente Verea—. Ya me han comentado que… se te da bastante bien el dibujo y que tus creaciones son bastante… especiales. Los artistas son tan… peculiares y temperamentales.

Parsae hizo un gesto de fastidio con la mano. Otra vez llamándola loca. Desde luego que esta chica era muy desagradable con ella, pero no tenía ninguna intención de enfrentarse directamente con la que iba a convertirse en su cuñada. Iba a tener que aguantarla durante demasiado tiempo.

De todas formas, la había ayudado aún sin saberlo y tenía que aprovechar la oportunidad que se le había abierto.

—Somos peculiares y de mente muy abierta. Nos encanta ponernos en la piel de otros y conocer otras formas de vida muy diferentes a la nuestra para inspirarnos —soltó casi sin respirar. Luego se volvió hacia su reciente admiradora —Y estaré encantada de mostrarte mis dibujos si estás interesada, Yazasia.

—Es muy interesante eso que dices de que la magia hace débiles a nuestra especie—interrumpió su prometido —Muy interesante —repitió pensativo. 

Luego se disculpó con vagas palabras y se marchó por donde había venido dejando a las cuatro mujeres en una situación un poco incómoda. Para todos, menos para la más joven, que no dudó en asegurar que estaría encantada de ver los dibujos de la novia de su primo en ese mismo instante.

Al final lo del paseo había sido una buena idea. Se había pasado el resto de la tarde acompañada de Doverais y Yazasia que se habían empeñado en acompañarla a su habitación para ver los famosos dibujos. Ella encantada de enseñar su modesto arte. Aunque sabía que la mayoría de lo que representaba no era del gusto popular. Ambas quedaron muy impresionadas con los retratos de los habitantes de Oscurio.

Evidentemente, no pudo decirles que los conocía a todos y les dejó creer que todo era producto de una imaginación un poquito demasiado desbordada y tétrica.

A la más pequeña les fascinaron, pero la mayor torcía el gesto con claro temor cada vez que veía a alguno de esos seres. 


Ambas eran muy amables y encantadoras, pero estaba claro que había conectado más con Yazasia, a pesar de la diferencia de edad. Aunque le repateaba ese tono de lástima con el que se referían a su futuro marido y se vio en la obligación de reprenderlas varias veces por ese motivo. Muy lejos de molestarlas, las reprimendas las hacían incluso felices. Era una reacción bastante chocante.

—¡Debes estar muy enamorada de él! —exclamó de repente la prima pequeña con expresión soñadora.

—Ni siquiera le conozco —contestó rápidamente la hadita. 

Aunque no podía negar que no le era del todo indiferente. Era un enigma total y a ella le encantaban los misterios. Quería conocerlo, pero no sabía si él la dejaría algún día. Era la persona más cerrada que conocía. Y las pocas veces que habían hablado todo había resultado un desastre. Cómo le gustaría saber lo que pensaba de ella. Si se volvían a encontrar a solas se lo preguntaría, decidió resuelta.

—Pero se nota que le quieres mucho —insistía en ese momento Yazasia.

—No molestes a Parsae —le reprendió su hermana —. ¿No ves que la incomodas?

Pero, en realidad, no se sentía molesta. Simplemente, no estaba enamorada. Ni falta que hacía. No se casaba por amor precisamente.

—Perdona, no quería incomodarte. Sólo quería apuntar que hay que amar mucho a Danos para casarse con él y no sentirse desgraciada —continuó con descaro la pequeña —Yo le quiero mucho, pero me gustaría casarme con un hada brillante, rubio como trigo y con ojos cristalinos…

Parsae cortó las ensoñaciones de Yazasia con un bufido.

—¿Brillante, rubio y de ojos cristalinos? —se mofó sin poder evitarlo —. ¿Y con la personalidad de una seta?

Ambas chicas la miraron sin comprender.

—Te pregunto que cómo te gustaría que fuera la personalidad de tu futuro marido —le explicó armándose de paciencia.

—¡Oh sí! Me encantaría que fuera simpático y guapo.

—Guapo no es un atributo que pueda atribuirse a la personalidad —volvió a bufar Parsae —Quieres un marido de adorno. Qué aburrido —la critico con un poco de dureza, aunque reculó un poco cuando vio la tristeza apoderarse rápidamente de la niña. 

Doverais abrazó protectora a su hermana mientras le dedicaba una mirada de reproche a ella.

—Perdona Yazasia. No quería ser cruel. Es que me estás comparando un hada florero con Danos: un hada enigmática, con una mirada profunda, un genio difícil, una forma de decir las cosas que te pone la piel de gallina… Mmmm… ¿Por qué me miráis así?

—¡Estas completamente enamorada! —exclamó Doveráis con cara de alucinada —. De Danos. De nuestro pobre y apagado Danos. De un hada que no es un hada…

Y hubiera continuado un poco más si Parsae no le hubiera cortado indignada.

—¡Un hada que no es un hada! ¿Qué es lo que nos hace ser hadas según tú? ¡Ya te gustaría tener un ápice de la presencia de Danos! A él no le hace falta brillar para impresionar a sus semejantes. 

Parsae se calló de repente y le subieron los colores a la cara violentamente. ¡Oh! ¿Sería verdad? ¿Se había enamorado de su prometido? Pero si casi no le conocía. Descartó la idea con un gesto de la mano. No. Era imposible. Simplemente, el chico la había impresionado y le resultaba una novedad en su aburrida vida actual.

Ambas primas pensaban justo lo contrario a juzgar por las enormes sonrisas que lucían tras escuchar el acalorado discurso de su nueva amiga. Pero se cuidaron de expresar su opinión. No querían enfadarla y eso es lo que parecía que estaba ocurriendo.

—Estoy pensando que sería realmente maravilloso si nos hicieras un retrato a nosotras —Cambió de tema la mayor con astucia.

No hay nada como alabar al indignado para acabar con sus malos humos.

Y Parsae no era una excepción. Aceptó hinchada de orgullo y la conversación volvió a hacerse alegre y desenfadada. 


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TOMO 2: CAP 5: La muerte