TOMO 1 CAP 11: De dardos y sentimientos

 


   Poco a poco, los cuatro fueron recuperándose del susto. Nadea propuso pasarle el rollo a otra persona, aunque, en realidad, nadie tenía muchas ganas de responsabilizarse de la seguridad del grupo. 

    Aun así, Avan se presentó voluntario, pero el hada, que había logrado recomponerse, se lo arrebató de las manos sin miramientos. A pesar de que le había ayudado a cruzar la sala con toda la paciencia del mundo, seguía sin confiar en él. 

    —Guiaremos Nadea y yo. Gracias. Creo que hacemos un buen equipo —declaró agarrando a su amiga de la muñeca y dejando bien claro que no se iba a separar de ella ni muerta. 

    Avan puso los ojos en blanco ante lo que le pareció un ataque gratuito por parte del hada, pero se limitó a apartarse de ella, que volvía a brillar demasiado. Desde luego, las dos chicas allí presentes eran extremadamente dañinas para él.

    Así, el rollo volvió a manos de la sirena, pero esta vez tenía a su lado a su amiga. Eso la llenó de nueva confianza. Ambas lo estudiaron durante un buen rato. Estaba claro que cada error podía pagarse con la vida.

    —La buena noticia es que sólo nos queda una sala por cruzar antes de llegar por fin a la del gran hechizo —anunció Parsae con grandes aspavientos —. La mala es que, una vez allí, no tenemos más mapa que seguir. 

    Todos la miraron descorazonados. 

    —Pero ¡tranquilos! Cualquier cosa que esté mal en esa sala podré detectarla. He leído muchísimos informes y documentos antiguos sobre ella. ¡Si mi padre supiera! Me castigaría de por vida encerrada en mi habitación y bien lejos de su despacho.

    —Y además tienes memoria fotográfica —puntualizó la sirena sonriendo débilmente. 

    —Sí —corroboró orgullosa —. Eso también. Mitos puede confiar en mí para su salvación —terminó con grandilocuencia 

    “Como le gusta a ésta el teatro”, pensaron ambos chicos para sí. 

    —Vamos a ver —prosiguió el hada más animada —. En esta sala no se pueden tocar las paredes, tienen un hechizo muy tóxico —explicó muy concentrada —. Y hay unas marcas en el suelo que no entiendo muy bien. No recuerdo que pusiera nada de esto en ningún lado…

    —Supongo que serán trampas que tendremos que evitar pisar, como el resto de los lugares señalizados hasta ahora —puntualizó el vampiro. 

    —Sí, tiene su lógica —Estuvo de acuerdo Parsea. 

    El resto del equipo los escuchaba en silencio sin muchas ganas de adentrarse en la nueva caverna. El limo de las paredes brillaba muy tenuemente y con una tonalidad extraña, seguramente por efecto del hechizo tóxico. Los cuatro se arremolinaron en el centro de la entrada. 

    —Bueeeno. ¿Quién va primero? —preguntó el hada con claras intenciones de no ser ella. 

    —Yo mismo —declaró Gureo intentando hacerse el héroe delante de la sirenita, que no quería volver a pecar de atolondrada y se mantenía en un discreto segundo plano. 

    El tritón agarró el rollo, miró las marcas del suelo y dio el primer paso. Se oyó un ligero clic y se vio devuelto al exterior de la sala mientras algo muy fino y afilado le pasaba por delante rozándole la barbilla. 

    Cayó al suelo sobre el vampiro, que era el que había tirado de él en cuanto había oído el clic. Desde luego, era rápido el bicho raro. 

    Si el tritón hubiera adelantado un poquito más la cabeza al entrar, probablemente se la hubiera atravesado el proyectil que se había estampado contra la roca de la pared opuesta. Se había roto en el choque, pero si se hubiera encontrado su cabeza por el camino… No quería ni pensarlo. Los dos seguían tirados en el suelo aún en shock. 

    —Pues parece que en esta ocasión va a ser al revés —oyeron que comentaba Parsea con voz temblorosa. 

    La sirena, a su lado, permanecía muda del susto. 

    —Tiene pinta que lo que hay que hacer es pisar por donde marca el mapa —prosiguió el hada. 

    El rollo permanecía caído a los pies de Gureo, que lo había soltado durante el incidente. Avan lo recogió y antes de que nadie pudiera decir nada o detenerle se introdujo en la sala por dónde se indicaba. 

    "¿Pero qué narices estoy haciendo?", se preguntó muy alterado. 

    Aunque en el fondo sabía que lo hacía porque necesitaba alejarse de Nadea o darle un buen mordisco por fin. 

    El dolor, el miedo y la sensación de peligro constante le estaban ayudando a olvidarse de su necesidad de beber su sangre, pero si se paraba volvía la sensación de ahogo y ansiedad. 

    Parecía que el hada tenía razón. No había pasado nada al pisar el suelo marcado en el mapa. ¿Por qué era tan lista? Le recordaba un poco al repelente de su vecino.

    —Ya sabéis cómo funciona esto —se dirigió al resto del grupo —. Pisad donde yo pise. 

    Y eso hicieron. Parsea con paso tembloroso, Nadea más que decidida a llegar al final y Gureo bullendo de rabia por haber sido salvado, precisamente, por el chico al que quería reventarle la nariz.

    Todos pusieron sus cinco sentidos en no salirse del camino. Cualquier fallo sería mortal. Despistarse en un momento como ese sería demasiado estúpido. 

Llegaron al final de la sala sin más contratiempos y se tomaron un tiempo de respiro para recuperarse emocionalmente antes de seguir.

    —Al final de este túnel está la sala del gran hechizo —pensó en voz alta Parsea —. Dame el rollo Avan. Necesito estudiarlo en profundidad. ¡No quiero más sorpresas desagradables! —un hilo de histerismo trenzaba su voz. 

    El vampiro se lo pasó de inmediato. Estaba harto de guiar por caminos mortales. El hada subió la intensidad de su brillo para poder ver mejor, lo que hizo que el chico oscuro se retirara hacia las sombras apartándose del grupo. 

    Nadea no se atrevió a ir en su busca. Estaba claro que la estaba evitando, casi desde el principio. La actitud del vampiro la confundía muchísimo. Notaba que se preocupaba por ella, pero, a la vez, la rehuía como a la peste. Estaba decidida a tener una conversación seria con él cuando salieran de ese agujero. ¿Eran amigos o no? Para ella sí, pero era imposible adivinar lo que pasaba por la mente de Avan.

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