TOMO 1 CAP 13: La sala del gran hechizo


 

   Avan se movía con mucho sigilo y cuidado. Llevaba al hada aferrada a su cazadora y la notaba temblar ligeramente. Él también estaba asustado. ¡Como para no estarlo! Esperaba que la sala estuviera vacía, completamente vacía. A ser posible incluso sin cadáveres, ni nada como lo que se habían encontrado hasta ahora. 

    Todavía no se habían metido en la sala en sí. Primero tenían que atravesar una antesala y estaban casi en la puerta hacia su destino final.

    Detrás, en el túnel, habían dejado a Gureo y Nadea sin más fuentes de luz que el suave brillo del limo. Suficiente para que el vampiro viera claramente como el tritón se pegaba innecesariamente a su sirena. Puede que todo aquello fuera un accidente. Y que la mordiera de forma involuntaria. Pero el caso es que se había creado el lazo y, en ese momento, Nadea era suya y él de Nadea, aunque ella no lo supiera. Le reventaba que ese maldito bicho azul no perdiera ni una oportunidad de acercarse a ella hasta límites intolerables para nadie.

    Cuando rompiera el lazo, le daría igual si se iba con un pez, con una luciérnaga sabionda o con quien le diera la gana, se dijo hirviendo de rabia. Aunque en el fondo algo le decía que no sería tan fácil.

    Incluso teniéndola a unos metros de distancia, como ahora, podía sentirla como si estuviera a su lado.

    A duras penas se concentró en lo que estaba haciendo. No era tarea sencilla guiar a la chica feérica en la oscuridad. Era torpe hasta decir basta. El suelo dejó de ser duro y se volvió más suave y cambiante. Estaba cubierto por fina arena en la que sus pies comenzaron a hundirse. Costaba más avanzar, pero amortiguaba el sonido de sus pasos. Una cosa por la otra.

    Avan se asomó por el portal de acceso a la sala y lo que vio le dejó clavado en el sitio. ¡Maldición! Dentro había mucha luz hacia el fondo. 

    El recinto era enorme. Lleno de columnas dispuestas en círculo que no le permitían una visión clara de todo el espacio. De todas formas, con tanta claridad dudaba de poder distinguir algo. 

    También le llegaban voces amortiguadas que rebotaban desde el fondo por las paredes de roca. 

    Comprobado. No estaban solos. 

    Miró a Parsea que permanecía lívida y apagada a su lado. 

    —Vamos a tener que cambiar el plan —le susurró. 

    Ella asintió en silencio. Ambos se dieron la vuelta con la intención de ir al encuentro de sus compañeros, pero se dieron de bruces contra ellos causando un pequeño escándalo.

    ¿Les habían seguido? Pero cómo… El vampiro se fijó en que las pupilas de Nadae estaban extrañamente dilatadas. ¿Le estaban afectando sus mordiscos? Parecía que su capacidad para ver con menos luz había aumentado muchísimo, aunque no tanto como para moverse con agilidad. Ahora no le extrañaba haberla sentido tan cerca creyéndola en el inicio de la antesala. El vampiro había estado tan concentrado en avanzar sigilosamente guiando a la torpe del hada que ni se había dado cuenta de que les seguían.

    Los murmullos del fondo habían cesado. Los cuatro estaban paralizados por el terror. De repente, la luz del fondo comenzó a avanzar hacia ellos y dos figuras siniestras aparecieron poco después frente a ellos. 

    A Nadea y Gureo casi se les salen los ojos de la sorpresa. Conocían a los dos tritones que se alzaban amenazadores frente a ellos. ¡Vaya si los conocían! 

    No tuvieron tiempo para recuperarse de la sorpresa. Ambos tritones comenzaron a dibujar símbolos en el aire.

    Parsae apretó el brazo del vampiro y segundos después estalló en una luz tan intensa que era capaz de cegar hasta a los mitos de Centro Brillante. Esperaba que le hubiera dado tiempo a Avan de protegerse los ojos. Si no se los había tapado, era seguro que quedaría ciego de por vida. 

    Tras el fogonazo, el hada se apagó casi completamente, pero no del todo, para poder ver el resultado. Estaba rozando el histerismo, pero no se podía dejar llevar por el miedo. Por mucho que deseara salir corriendo de allí. 

    Todos los seres de mar se restregaban los ojos doloridos y cegados. Lo sentía por sus amigos, pero era lo único que se le había ocurrido. Sólo había tenido unos segundos para cambiar el plan. La culpa era de ellos por seguirles.

    Avan había entendido su señal y sí se había tapado los ojos. ¡Bien! Al menos no estaba sola. 

    —¡No dejes que puedan usar sus manos! —le gritó al vampiro justo antes de correr hacia el círculo central. Si acababan sus retahílas de símbolos podía pasar cualquier cosa y sospechaba que ninguna buena. Probablemente eran hechizos para inmovilizarles o… ¿matarles? Mejor ni pensarlo. 

    Llegó dando grandes zancadas al centro de la sala y se puso a mirar a su alrededor con urgencia. Tenía que encontrar el error y ¡deprisa! Estaba rodeada por nueve cadáveres momificados que permanecían sentados y con el dedo índice de su mano derecha alzado. Era difícil de adivinar a qué razas pertenecían. Unas túnicas con capuchas ocultaban cualquier rasgo característico. Lo único que quedaba claro es que no eran centauros (Ninguno tenia cuatro patas).

    Frente a cada uno de los cuerpos se divisaban claramente tres símbolos dibujados sobre el suelo arenoso, un medio muy endeble que prometía una efímera vida a todo lo que en ella se dibujara. Pero una potente magia se respiraba en todo el recinto. Los símbolos parecían inmutables y eternos. Parsae se devanaba los sesos con desesperación para averiguar cómo restablecer el gran hechizo sin más desastrosas consecuencias.

    Aván había agarrado a uno de los tritones de los brazos por la espalda, pero estaba bastante debilitado y le estaba costando mucho inmovilizarlo. En cuanto el agredido se recuperara del ataque luminoso se lo quitaría fácilmente de encima. 

    El primero de los mitos cegados en reaccionar tras el estallido de luz fue Gureo. Era el que tenía una constitución y fortaleza más fuerte. Eso, unido a su juventud, le sirvió para sacar ventaja a sus enemigos. 

    Se tiró contra el tritón libre con un grito de rabia, pero su contrincante le oyó y tuvo tiempo de repelerlo dibujando con rapidez un símbolo mágico. Gureo salió expulsado hacia atrás, pero se recuperó enseguida. Ahora lo que lo cegaba era una explosiva mezcla de miedo e ira. 

    Nadea fue la última en recuperar la visión y acudió en ayuda del vampiro, que empezaba a perder su ventaja.

    Parsae seguía ocupada en su labor de observación. ¿Dónde estaba el error? ¿Dónde?... Entonces lo vio. Habían borrado una parte de cada uno de los terceros símbolos de cada grupo. Sería mejor que se diera prisa en restablecerlos.


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