TOMO 1 CAP 8: Hacia lo más profundo


 

   Avanzaron con inseguridad hacia el interior de la cueva. Cuanto más intentaba Nadea acercarse al chico buscando su protección, más se alejaba el aludido por la misma razón. 

    A Avan la perspectiva de adentrarse en lo desconocido le ponía los pelos de punta, pero el desequilibrio emocional que le producía la cercanía de la sirena también era un gran problema a tener en cuenta. Si tenía que enfrentarse a algún peligro que fuera con la cabeza despejada. 

    Procuraba mantener una distancia prudente para evitar tentaciones, pero también para poder acudir en auxilio de la chica si lo necesitaba. Aunque seguramente, poco iba a poder hacer él. Lo único que se le daba bien era huir. 

    Se le cruzaron por la mente las palabras del Profesor Banio sobre que una de las maneras de romper el lazo pasaba por la muerte de uno de los miembros de la pareja, pero dejar a la chica pez sola ante el peligro le parecía lo más asqueroso y ruin que se podía hacer en la vida. Se giró para ver por donde iba. Craso error. 

    A Nadea se le iluminó la expresión al verlo girarse hacia ella y aceleró el paso para ponerse a su altura. Avan apretó los dientes y aceleró a su vez. La sirena corrió para alcanzarlo y le agarró del brazo. El vampiro sintió un peso muy grande en el pecho, pero la dejó hacer. 

    —Espera, espera. Es mejor que vayamos juntos —le pidió —. La luz del limo no es suficiente para mí. ¡Seguro que me pierdo! 

    Para el vampiro la luz del limo era hasta un poco molesta. No dijo nada y dejó que su acompañante le agarrara fuertemente del brazo. ¿Ya no se acordaba de lo que acababa de pasar mientras dormían? ¡Menuda inconsciente!, pensó fastidiado. 

    Algo cedió levemente bajo su pie y oyó un ligero clic. Ambos se miraron un segundo a la vez que el interior de la caverna parecía estallar. 

    De repente, volvían a estar bajo agua. Nadea hizo el ademán de acercar su cara a la de Avan, pero éste la empujó violentamente y comenzó a bucear todo lo veloz que pudo hacia la siguiente cavidad. 

    Parecía que la burbuja sólo había explotado en esa sala. No tenía mucho oxígeno en los pulmones porque la explosión le había pillado por sorpresa, pero seguro que sería suficiente, TENÍA que ser suficiente. 

    Con lo que no contaba era con que la sirena era muchísimo más ágil y rápida que él en entornos submarinos. Un segundo después la volvía a tener delante con claras intenciones de prestarle de nuevo su oxígeno. 

    El vampiro intentó apartarla frenéticamente, pero no le quedaba capacidad para aguantar la respiración y la nueva irrupción de la chica pez había acabado con las pocas esperanzas que tenía de poder llegar por sí mismo al otro lado. No le quedó otra que juntar sus labios con los de la sirena de nuevo y respirar a través de ella. 

    Podía parecer muy bonito, pero en cuanto lo hizo otro sufrimiento se apoderó de él. No podía pensar con claridad y hasta le daba la impresión de que sus colmillos crecían. Si así era, la sirena no parecía notarlo. 

    Ella le condujo con cuidado y precisión hacia la salida. Cómo podía tener tan claro el camino en esa posición. Y lo que es peor, ¡a cuántos había prestado su oxígeno! Parecía que fuera algo normal y natural para ella. Avan se sintió bullir de rabia.

    Afortunadamente, no tardó en volver a suelo seco. En cuanto atravesó la burbuja se separó rápidamente de la sirena y buscó poner la máxima distancia entre ellos. 

    —¿Estas bien? —le preguntó Nadea claramente preocupada. 

    —Sí —farfulló el vampiro —. Déjame en paz. Quédate donde estás. Ni se te ocurra acercarte —le gruñó mientras se arrodillaba exhausto frente a una de las cavernosas paredes y se apoyaba en ella dejando que la suavidad del limo fosforescente se acomodara a su frente. 

    —¿No pareces estar bien? —insistió la sirena, que no se atrevía a desobedecerle, pero que se moría de ganas de acudir a su lado. 

    —¡¡Qué me dejes!! —aulló el vampiro intentando concentrarse en recuperar el control de su mente. 

    —¿Estás enfadado porque no me acordé de mirar las trampas en el plano? —prosiguió Nadea con un hilo de voz. 

    El vampiro cerró muy fuerte los puños clavándose las uñas. El dolor le trajo un poco de cordura. 

    —No. —contestó muy bajito —. Aunque hubiera sido un detalle que te hubieras acordado. Así podría haber cogido aire y haber llegado por mí mismo a la siguiente sala. O mejor aún, no habría pisado donde no debía —puntualizó con sorna. 

    —¿Estas enfadado porque te he salvado la vida? —preguntó ella con la incredulidad marcada en la voz. 

    El vampiro suspiró. En realidad, habían estado muy cerca de perderla los dos. Si él hubiera perdido el control y la hubiera mordido. Quién sabe, a lo mejor no hubiera sabido cuando parar. A lo mejor hubiera traspasado límites… Ni siquiera el miedo a morir ahogado parecía ser suficiente para frenar la sed cuando ella estaba tan cerca. 

    —Oye —contestó por fin —. En realidad, no me encuentro bien del todo. Por qué no miras el plano mientras… mientras recupero el aliento. Y te fijas bien en las trampas. Por favor, sobre todo, fíjate bien en las trampas.

    Nadea le obedeció sin protestar, aunque con una expresión entre ofendida y dolida en la cara. Se sentó en con la espalda pegada a la pared más alejada de la posición de su acompañante e hizo el hechizo de luz para poder ver cada detalle de la ilustración. 

    Así permanecieron durante un buen rato. A la sirena le estaba poniendo muy nerviosa la actitud del vampiro, que seguía en la misma postura respirando despacio y pesadamente. 

    —Bueno —dijo expresando una animación que en realidad no sentía —. Pues ya podemos seguir. Según esto ahora sólo hay un pasillo muy largo hasta la siguiente sala y allí, unas trampas de gas venenoso que estallan al pisarlas. Pero no te preocupes que están claramente indicadas.

    Nadea se levantó y se dirigió hacia su acompañante decidida. 

    —Te lo voy a enseñar… 

    —¡No! —le pidió Avan girando su cabeza hacia ella.

    Sus ojos estaban bastante enrojecidos. 

    —Déjame un minuto más, por favor…

    Y no dijo nada más porque se quedó pasmado. Una luz enorme se acercaba por la caverna inundada hacia ellos. ¿Sería otra trampa que se le había pasado a la inútil de su guía? No le dio tiempo a pensar más porque la luz atravesó la burbuja muy grácilmente y lo dejó totalmente cegado. 

    —¡Puag! Esto va a quedar para siempre entre nosotros tritón —se quejó enérgicamente Parsae, pues era ella la que aparecía brillando en todo su esplendor ante los atónitos ojos de nuestros protagonistas. 

    Avan sintió como los ojos le ardían y lloraban. ¿Es que su sufrimiento nunca iba a tener fin? Se tapó la cara con un leve quejido involuntario. 

    Tras la resplandeciente hada apareció Gureo, tan guapo como siempre, aunque con una clara cara de enfado manifiesto que le restaba algo de belleza, desde el punto de vista de la sirena, que, por cierto, logró salir de su asombro y lo primero que hizo fue pedirle a su amiga que bajara la intensidad del brillo de su piel. A esas alturas ya sabía el daño que le podía hacer demasiada luz a Avan. 

    —¿Así me recibes? —se quejó de nuevo el hada un poco indignada, mientras que, con un gesto de su mano, mitigaba el resplandor que emanaba de su persona —. Encima que venimos a salvarte —le recriminó —. Estuvo muy mal que me robaras el libro, pero aún me parece peor que te escaparas tu sola a salvar el mundo. Menudo egoísmo. Ya sabía yo que te encontraría en la cueva. Menos mal que tengo memoria fotográfica y recordaba a la perfección el camino y la forma de entrar —presumió muy ufana —. Lo que más me ha costado fue convencer a tu amigo —Señaló al vecino de la sirena con expresión de fastidio —. Suerte tuve que vino a preguntarme por ti y al final le convencí con mis irrefutables argumentos —Se rio abiertamente —. Se le veía muy preocupado —le comentó con tono confidente a Nadea como si el tritón no se hallara justo detrás suya. 

    —¡No estaba preocupado! —negó con vehemencia el aludido —. Lo que pasa es que su padre va a matarme si no vuelvo con ella. Prometí que la vigilaría —bufó justificándose. 

    —Claro, claaaaro —Se burló el hada. 

    Hasta ese momento ninguno de los dos había reparado en el vampiro, pero todos dirigieron su atención hacia él en cuanto se incorporó, apoyándose en la pared. Era el más alto de los allí presentes… y el más oscuro. A los recién llegados les pareció un chico muy siniestro. Ni siquiera enseñaba la cara… 

    —Quedaos detrás de mí —Se adelantó Gureo dejando a ambas chicas tras sus anchas espaldas y dispuesto a plantar cara al desconocido —. Hay alguien al fondo —anunció lo ya evidente para todo el mundo. 

    Nadea se hizo camino hasta Avan apartando suavemente a su vecino. 

    —Tranquilos. Es mi amigo. Se llama Avan. Es un habitante del mundo que hay después de la frontera y es… mmm… —La sirena buscó la palabra adecuada. 

    Muy simpático no era, tampoco excesivamente agradable, y, definitivamente, era todo lo contrario a encantador.

    —Es mi amigo —repitió intentando volver a cogerse del brazo del vampiro, pero él la esquivó con éxito. 

    Seguía recuperándose del fogonazo y de la presencia de Nadea. El hada y el tritón no parecieron muy convencidos. 

    —Es mi amigo y punto —zanjó el tema la sirena un poco dolida por el mal gesto del vampiro. 

    Cierto que era un poco distante, a veces muy borde, y que le había mordido, pero había estado a su lado en los momentos en los que necesitaba a alguien para no rendirse. Y por mucho miedo que diera todo, él nunca la dejaba sola, aunque fuera desde una distancia prudencial. Así lo veía ella. 

    A lo mejor lo que pasaba es que le olía mal, se dijo muerta de vergüenza. Disimuladamente se olió el sobaco, pero no le pareció que atufara ni nada parecido. ¿Seria un problema de mal aliento? ¿Por eso huía de ella cuando intentaba pasarle oxígeno por la boca? La sirena notaba la cara cada vez más roja. 

    —Hola —dijo Avan en general y sin mirarlos. 

    En realidad, seguía molestándole enormemente el brillo del Hada. Pero, por otro lado, eso le permitía conservar la cabeza fría, aún con Nadea tan cerca. 

    Ese fue el momento que eligió Parsae para abrazar a la sirena. Lo que sirvió de excusa al vampiro para poder alejarse de nuevo. Cruzó la sala y puso a la mayor distancia que pudo entre ambos. 

    Desde allí intentó mirarla, pero la luz era demasiado intensa por culpa de la niña luminosa ¿Esa era la amiga guapísima? Pues lo sería, pero él no distinguía nada con tanto brillo. 

    —Pues yo sí que estaba preocupada —exclamó la susodicha tirándose de nuevo al cuello de Nadea con mucha teatralidad —. Desapareciste. Y no sabía qué hacer. No me atrevía a decirle nada a mi padre. Me hubiera caído la bronca del siglo. Es que ni me hubiera creído. Piensa que tengo la cabeza llena de pájaros. Qué engañado le tengo —Se rió de nuevo el hada. 

    Estaba claro que era una risa para alejar las sombras del miedo y no de felicidad. Estaban en una situación peliaguda. 

    Nadie se atrevía a decir nada más. Así que Nadea respiró hondo y tomó la iniciativa. “Yo soy la responsable de todo esto, así que… ¡venga! A echarle valor, sirenita”, se dio ánimos. 

    —No teníais que haber venido… —comenzó… 

    Mal comienzo porque a sus congéneres no parecieron sentarles muy bien sus palabras. 

    —Pero me alegro de que estéis aquí —rectificó rápidamente —. Me siento mejor con vosotros a mi lado y, que hayáis venido a buscarme… —ahogó un sollozo y las lágrimas le cayeron incontrolables por las mejillas. 

    Instintivamente, ambos chicos acudieron a su lado. Avan era más rápido, pero Gureo estaba más cerca, con lo que llegaron a la vez. Cada uno tomó posiciones a un lado de la inconsolable sirena. Sus miradas chocaron como fuego sobre la cabecita azul, aunque el vampiro seguía sin poder ver mucho por el exceso de luz que desprendía Parsae. El hada empujó a ambos con resolución y se hizo cargo de la situación. 

    —Ay, mi niña. Qué mal lo debes haber pasado —Volvió a abrazarla —. Ahora todo será mucho más fácil. Nos tienes a nosotros a tu lado. Y a tu amigo el rarito también, claro. 

    Nadea se sintió muy reconfortada e intentó recuperar la compostura. 

    —Gra... gracias. Sí, gracias —sollozó sorbiendo sus mocos ruidosamente. 

    Parsae se separó un poco con asco mal disimulado, aunque intentó que su amiga no lo notara mucho. 

    —De verdad que estoy feliz de veros —prosiguió la sirena ajena al mal gesto de su amiga.

    —Pues ya te hemos encontrado. Ahora a casa —interrumpió la tierna escena el tritón, aún ceñudo. 

    —No podemos hacer eso —exclamó angustiada la sirena. 

    —¿Por qué no? —inquirió su vecino airado —. Este sitio me pone las escamas de punta. No respiraré hasta que volvamos al pueblo.

    —Pues vas a tener que esperar un poco más para volver —anunció la brillante hada, poniéndose del lado de su amiga —. En realidad, no te lo he contado todo —confesó teatralmente.

    —Sí, sí. Ya lo sabemos. El mundo se acaba —Oyeron decir al vampiro con cansancio. 

    Parsae lo miró con inquina. Le había estropeado su momento estelar.

    —Es verdad —corroboró Nadea angustiada —. No sé que hice la otra vez que vine aquí, pero la frontera se mueve y va a engullir a Mar del Fin. Tengo que arreglarlo, pero no puedo pediros que me acompañéis en algo tan peligroso —concluyó cabizbaja.

    —Claro que te ayudaremos —volvió a tomar la palabra Parsae —. No podemos dejar que se acabe el mundo —recalcó dirigiéndose especialmente al tritón. 

    Éste dudó. No entendía por qué se tenían que encargar ellos de un problema tan gordo. Había gente mucho más cualificada en Mitos. Pero tampoco quería dejar sola a Nadea con un hada loca y un chico siniestro que nadie sabía de dónde había salido. Le reventaba enormemente que la sirena tuviera tanta confianza con él. 

    —Pues ya está —concluyó Parsae —. Si quieres te quedas y si no te vas, pero nosotras nos vamos a salvar el mundo. Tenemos toda la información necesaria en mi cabeza. La verdad es que a ti no te necesitamos para nada —añadió con crueldad intencionada.

    —Sí que te necesitamos —le contradijo su amiga —. Toda ayuda es bienvenida —Le sonrió al tritón —. Además, Gureo es muy inteligente y fuerte —argumentó dirigiéndose al hada.

    Aván sintió que le hervía la sangre. Menuda fascinación tenía Nadea con el bicho azul. No le gustaba nada tener que admitir que, en cuanto a músculos, él salía claramente perdiendo. No era muy amigo de los deportes. 

    Volviendo a la realidad, y para ser sinceros, a nadie le apetecía meterse por el oscuro túnel que se abría ante ellos, pero ¡había que hacerlo!, pensó para sí la sirena. Así que agarró el rollo, echó un último vistazo a la sala en la que desembocaba el estrecho túnel y explicó a sus amigos el siguiente paso que pensaba seguir. 

    —Iré yo delante, que tengo el mapa —concluyó en un arranque de valentía. 

    —Pues yo iré la segunda, para alumbrar el camino… —continuó Parsae. 

    —¿No deberías ir la primera para eso? —apostilló el tritón. 

    —Pues no —se picó como un ajo —. Primero va la que lleva el mapa, listo. Yo ya doy suficiente luz para todos desde cualquier lado. 

    —Entonces mejor voy yo primero —propuso Avan, que guardaba un lúgubre silencio desde que los nuevos mitos habían aparecido —. En realidad, en el túnel no hay ninguna trampa, así que no se necesita el mapa. Y no soporto esa luz, así que si voy el primero me molestará menos. 

    La hadita le miró con inquina por la parte que le tocaba e hizo un gesto para brillar más y fastidiarle. 

    —¡Parsae! Por favor —le rogó Nadea —. Que a Avan le hace daño el exceso de luz. 

    Al vampiro empezó a latirle el corazón muy rápido. La pescado se preocupaba por él y se había olvidado un poco del chico azul. Por un lado, le llenaba de alegría y, por otro, de intensa preocupación. Sólo significaba que el lazo se estaba haciendo más fuerte. Sería mejor darse prisa. No se lo pensó dos veces y se metió en el túnel. 

    Detrás fue Nadea, para su desgracia. 

    —Espera Avan —le pidió demasiado cerca —. Hay unas cuantas bifurcaciones. Te iré indicando cuando nos las encontremos.

    El vampiro le hizo un gesto con la mano para indicar que la había oído y siguió adelante. 


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