TOMO 1 CAP 4: Nunca te acerques a la frontera



    Nadea sintió un frío sobrenatural resbalando entre sus escamas. Nunca se había alejado tanto de casa y mucho menos hacia los límites prohibidos de la frontera. A qué sirena o tritón en su sano juicio se le ocurriría la estúpida idea de acercarse a la oscuridad. 

    Pues, evidentemente, a ella. A la más tonta del lugar. Se planteó mil veces dar la vuelta y olvidarlo todo. ¡Si hasta Parsae había intentado quitarle la idea de la cabeza! Y no conocía a nadie más intrépido y aventurero en el mundo, por lo menos, en el mundo que conocía. Admitamos que su mundo era bastante pequeño.

    La sirenita siguió adelante mientras enumeraba las millones de razones por las que debería renunciar a saciar su curiosidad y volver a la seguridad de su hogar. “Bueno”, concluyó finalmente, “llegados a este punto, me cuesta más volver hacia atrás que seguir hacia delante”. 

    De hecho, había encontrado lo que buscaba. O eso parecía. Delante de sus narices se alzaba una cavidad. En este punto la luz era demasiado escasa para sus pupilas dilatadas y acostumbradas a la luz eterna de sus días y noches. 

    Ya hacía rato que había tenido que echar mano a un sencillo hechizo luminoso. ¡Hasta los niños sabían hacerlo en Mitos! Pero tuvo que intensificar la potencia para poder ver algo. Casi parecía que la cueva absorbiera la luz que ella hacía brillar cada vez con más esfuerzo.

    Torpemente sacó el rollo de uno de sus bolsillos y consultó los símbolos que le darían acceso al interior. Se los había memorizado, pero no estaría de más repasarlos. 

    Volvió a guardarlo y se dirigió a la apertura. Era más bien pequeña. Había tenido suerte en encontrarla. Se la imaginaba enorme, magnífica y mucho más tenebrosa. Pero, quitando la falta de luz, era como cualquier entrada de cueva corriente y moliente. 

    Dedicó un minuto a visualizar el último símbolo en su mente y a la idea de escapar ahora que aún estaba a tiempo. Pero apretó los dientes y dibujó con decisión el primer símbolo. Luego el segundo, el tercero, el cuarto, el quinto y… con el último vaciló un poco. No recordaba si el último giro era en punta o redondeado. “¡Qué sea lo que tenga que ser!”, pensó acabándolos a toda prisa y sin pensarlo mucho. Al final le había quedado algo intermedio. “¡Pues vamos allá!”, se dio ánimos a si misma. Su último pensamiento antes de atravesar la entrada fue “Tampoco creo que me vayan a echar mucho de menos si no vuelvo…”. 

    El fuerte remolino la pilló desprevenida. La arrastró violentamente hacia atrás y le hizo dar vueltas y más vueltas en una espiral que no parecía tener fin. Nadea estaba completamente aterrorizada. Luchaba frenéticamente por escapar de la convulsa corriente submarina. En realidad, no duró mucho, pero a ella le pareció un momento eterno. 

    Cuando el remolino se deshizo por fin, escapó lo más rápido que pudo sin mirar atrás. Estaba totalmente desorientada, pero su único pensamiento era alejarse del lugar maldito lo más rápido posible. 

    Cuando se quiso dar cuenta estaba saliendo a la superficie. Ante ella se acababa la escarpada pared de roca y comenzaba una agreste costa. El desnivel se terminaba abruptamente un poco por encima del agua, así que no le costó nada salir. 

    Necesitaba calmarse y pensar un poco antes de continuar. Sobre todo, tenía que orientarse para no equivocar de nuevo el camino. ¿Había girado alguna vez? ¿O había hecho recto todo el camino? Buf, imposible recordar lo que hizo en su frenética y descontrolada huida. 

    Nadea comenzó a pasear mientras hacía de nuevo el hechizo de luz. La frontera era muy oscura para ella. Seguramente era la primera mitos en muchísimo tiempo que pisaba esa tierra. A pesar del intenso miedo que sentía en cada una de sus escamas, no podía dejar de sentir una chispita de emoción. Ser la primera en algo era una pasada… ¿Qué mal haría echar un vistazo rápido?

    En esas estaba cuando notó el aliento de algo en su cuello. Rápidamente se dio la vuelta y se encontró de frente con dos intensos ojos rojos que parecían mirar sin ver. A Nadea se le paralizaron todos los músculos y casi se olvidó de respirar. ¿Sería uno de los monstruos del otro lado? Esperaba que fuera pacífico. Por ahora parecía estar algo atontado. Si no se movía a lo mejor no reparaba en ella… 

    Pero los ojos se volvieron aún más brillantes y se enfocaron en ella durante un segundo para abalanzarse sobre su presa sin darle tiempo ni a gritar. La sirena se desmayó presa del terror.

    Avan sintió como una agradable calma disipaba la niebla roja que rodeaba su mente y que no le dejaba pensar con claridad. Se sentía totalmente agotado. Como esas veces que tienes un sueño muy intenso y te levantas peor de como te has acostado. 

    Un fuerte olor a pescado inundó sus fosas nasales. ¡Puag! Las sábanas de su ataúd le pesaban como nunca. Abrió los ojos y las empujó agobiado, mientras se limpiaba las babillas del sueño que notaba deslizarse por la barbilla con un poco de vergüenza. “En fin”, pensó, “Menos mal que nadie me ha visto…” 

    —¡Ah! —gritó en voz lo suficientemente alta como para oírse a sí mismo. 

    Lo que tenía encima no era la sábana de estúpidos murciélagos que su madre se negaba a retirar, sino una criatura escamosa y extrañamente resbaladiza. 

    Y él no estaba en su ataúd. Miró a su alrededor… No conocía el lugar y le costaba mucho ver nada con tanta luz, claro indicativo que estaba DEMASIADO cerca de la frontera. 

    Todos sus sentidos se pusieron en alerta. “Peligro, peligro, peligro” parecía gritar todo a su alrededor. Y la cosa se puso peor cuando se dio cuenta de que lo que tenía en la mano era ¡sangre! ¡Y también en la boca! Y… 

    “¡Oh no! ¡oh no! Debo seguir dormido y esto es una maldita pesadilla”. En el cuello de la chica pescado podía ver claramente la marca de sus dos colmillos. Bueno… puede que no fueran de sus colmillos y que todo fuera circunstancial. Que pareciera que le había mordido él, no significaba que le hubiera mordido él en realidad… Pero lo que no podía negar, de ninguna de las maneras, es que ¡había bebido su sangre! ¡Aaaarg! Su alma predestinada… ¡¿era un pez?! 

    Imposible, se negaba a esa posibilidad. Se negaba totalmente a esa posibilidad. Escupió violentamente toda la sangre que aún tenía en la boca e intentó provocarse un asco infinito para vomitar la que sospechaba que estaría en su estómago, pero le fue imposible, por mucho que pensó en todo tipo de pescados, ¡con el asco que le daban!, no pudo sacar de su estómago la maldita sangre ingerida de forma totalmente involuntaria.

    En esas estaba cuando notó removerse a la extraña criatura. ¿Se estaba despertando? ¿Y qué iba a decirle? “Querido pescado apestoso. El destino ha querido que seas mi alma predestinada sólo porque soy sonámbulo y mi estúpido instinto decidió morder lo primero que se le cruzó, así que quédate a mi lado y sé mi pareja y mi alimento…”. No, ni hablar. Sólo de pensarlo se le revolvía le estómago.

    La chica escamosa se dio la vuelta sobre sí misma y pareció volver a caer en los brazos de Morfeo. “Es mi oportunidad”, pensó el joven vampiro. Y en un desesperado intento por arreglar el problema, intentó coger a Nadea con mucho esfuerzo y la acarreó hasta la maldita luz que lo cegaba de una forma terrible. 

    La carga se le escurría por todos los lados, pero su fuerza de voluntad le empujó a seguir avanzando a pesar de las lágrimas de sangre que le surgían de los ojos… Sangre con olor a pescado… ¡puag!

    Ya estaba llegando a la línea que marcaba la frontera cuando su pie izquierdo se hundió en el agua, perdió el equilibrio y se quedó sentado en una orilla escarpada, y con una pinta muy peligrosa, con la chica encima. Milagrosamente seguía dormida como una ceporra.

    Qué susto se había dado. Un poco más y hubiera podido convertirse en alimento para peces. Qué ironía, ¿no? Él le había chupado la sangre a un pez y en justicia acabaría siendo alimento de… ¡pero en qué estaba pensando! 

    La piel le escocía como el demonio y aún no se había desecho de las pruebas. Tiró a la chica pez lo más lejos que pudo, directita hacia la luz, y volvió corriendo a la seguridad de la oscuridad. No era por fardar, pero era uno de los más rápidos de su clase. No tardaría en volver a Nimarium, el pueblo donde vivía su, hasta ese momento, normal y corriente vida como vampiro.

    Nadea abrió los ojos y se incorporó como si tuviera un resorte en la espalda. Enseguida se arrepintió porque del mareo tuvo que volver a tumbarse. Se encontraba muy mal y le dolía mucho el cuello, sentía como si una de las venas que pasaban por ahí latiera muy fuerte. 

    Se tocó la zona afectada y notó algo extraño. Intento recordar qué había pasado, pero todo se desvanecía después de ver unos espantosos ojos rojos brillando en la aterradora oscuridad. 

    ¡Qué miedo! Seguro que su cerebro no pudo soportar la tensión y se desmayó. Probablemente se dio en el cuello al caer y se hizo una herida, luego rodó inconsciente hacia el agua gracias a su extremo instinto de supervivencia. Sí, era una teoría totalmente posible. Y todo apuntaba a que justo eso era lo que había pasado, ya que volvía a estar al pie del acantilado de la frontera. 

    Miró hacia arriba y la línea de oscuridad hizo que se le erizaran las escamas. Un cosquilleo incómodo le recorrió el cuello. Se lo frotó y notó un dolor muy agudo.

    Entonces fue cuando escuchó que alguien la llamaba. “¡Espero que la superiora no se haya dado cuenta de que he tocado el rollo prohibido!”, se dijo a sí misma aterrorizada. Ahora que lo pensaba le daba más miedo ese ceño fruncido, que los ojos rojos de la oscuridad.

    Pero pronto reconoció la voz, era la de su padre. Lo vio acercarse a ella a la velocidad del rayo y estrujarla en sus brazos. Sus lágrimas y mocos le ensuciaron el hombro mientras escuchaba entrecortados “E…estas cas… castigada de por vidaaaaaaa”.


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