Epílogo


    Nadea y Avan siguieron con sus vidas en sus respectivos pueblos y, siempre que podían, se escapaban a la costa para disfrutar de su mutua compañía. A veces, les acompañaban los lobitos, los vecinos del vampiro (al final se hicieron bastante amigos) o algún familiar. Los que nunca volvieron a la frontera fueron Gureo, ni Parsae.

    Al padre de la sirena le sentó como un tiro la situación, pero, curiosamente, la madre la aceptó con gran facilidad. Sabía que su hija no se conformaría nunca con la tranquila vida que podía ofrecerle un tritón de Mar del Fin. Además, le cayó muy bien el vampiro. Parecía que se complementaba muy bien con la loca de su hija y que era ideal para centrarla. Sentía que ese chico pálido y oscuro era muy buena persona y eso le bastaba.

    Inizia estaba encantada con su nuera y las dos se reían mucho juntas cuando se veían. La bruja se lamentaba por haberla odiado tan profundamente cuando pensaba que era una sádica rompecorazones. La acogió como parte de la familia con los brazos abiertos, aunque Nadea nunca se acercara a su casa, ni al pueblo. Lo tenía prohibido por el cónclave.

    Los brujos no vieron la relación con buenos ojos, pero tampoco encontraron razones suficientes para separar a los enamorados. En realidad, ninguna criatura se acercaría tanto a la frontera, ni siquiera en un reto infantil, y mucho menos por un rumor de avistamiento de monstruos. Ya se encargaban ellos de nuevo, tras el ataque que aún no se había resuelto, de promover el miedo tanto de forma psicológica como con magia.

    Aunque, estaba claro que los implicados no caían en sus hechizos e iban y venían a su antojo. Eso sí, con discreción. Cuando se sabe lo que hay es muy difícil hacer magia de sugestión.

    Con el tiempo, ambos chicos terminaron sus estudios en el instituto. Tuvieron que vivir separados durante una temporada para obtener la formación especializada que necesitaba cada uno y terminaron instalándose en la costa. A mitad de ambos mundos y pueblos. 

    A sus congéneres, fuera del círculo familiar, sólo les habían contado que vivían allí con sus misteriosas parejas porque les gustaba la vida retirada. Afortunadamente, ninguno se había atrevido a hacerles una visita tan cerca del lugar del que nacían muchas de sus pesadillas.

    Nadea, se dedicó al estudio de la historia y leyendas marinas para el Archivo Mayor. Era un trabajo de campo que le fascinaba, así que, a veces tenía que viajar muy lejos buscando una pista o un hilo del que tirar para intentar descubrir nuevas huellas de otras épocas. Cada vez que encontraba algún indicio de que una leyenda se convertía en historia real informaba también al cónclave de brujos a través de Avan, que trabajaba como administrativo para el mismo. Con lo metódico y organizado que era le venía como anillo al dedo. 

    Allí comenzó a trabajar también Siliba en uno de los departamentos más secretos. Nunca contaba nada y tampoco nadie tenía muy claro cuál era exactamente su labor, pero se le notaba a las claras que le encantaba su trabajo. 

    Aristo, cuando acabó con su misión en el monasterio, decidió retirarse del servicio activo y acabó también trabajando directamente para el cónclave. Se instaló en una pequeña casa con el pequeño Per, pero eso no duró mucho porque acabó por trasladarse a la casa de Inizia, con la que todos sospechaban hacía un tiempo que se había liado. Los adultos no soltaban prenda y lo llevaban todo muy en secreto. ¡Ilusos! A sus espaldas todo el pueblo comentaba lo buena pareja que hacían y apostaban sobre la fecha de la boda.

    ¡Ah! Y por si alguien se lo preguntaba, Avan terminó mordiendo de nuevo a Nadea porque se puso muy pesada, pero con un solo colmillo la cosa no funcionaba igual. 

    —Te vas a tener que conformar con simplemente querernos —concluyó el vampiro con una gran sonrisa.

    —Pero quiéreme mucho, eeeeeh —le advirtió su novia divertida acariciándose orgullosa el pequeño agujerito de su cuello. Le encantaba salirse con la suya.

    Desgraciadamente, de nada sirvió el colmillo de vampiro que Parsae le entregó a su padre. El señor Rafijo sonrió tristemente a su hija y la abrazó con mucha fuerza asegurándole que era lo que más quería en este mundo y que estaba extremadamente orgulloso de ella, pero él ya sabía que la leyenda no era cierta. 

    Lo que no conocía era el origen de la enfermedad que lo aquejaba. Eso seguía siendo un misterio para los mitos. Para todos, menos para Sircio. El hada expulsada del Gran Archivo que tuvo la osadía de intentar hacer pública la ineficacia del antídoto y poner en peligro un lucrativo mercado ilegal en el que estaban implicadas las más eminentes figuras de todo Luminos. 

    Toda enfermedad podía ser achacable a la misteriosa pandemia que asolaba al mundo tantos años atrás. Luego sólo había que asustar lo suficiente al paciente y venderle  a precio de oro lo que se conseguía por medio de la caza furtiva.

    Pero claro, este detalle del mercado de miembros y partes de criaturas, Sircio no lo conocía, así que casi le da un pasmo cuando su propio padre quemó los pocos indicios que había conseguido sacar del monasterio sin siquiera leerlos y no quiso ni escucharle. Es más, le humilló con palabras muy duras para acabar informándole que sería repudiado y que no quería volver a verle cerca de la residencia familiar jamás.

    Lo mejor que pudo hacer el pobre muchacho fue poner tierra de por medio y volver al pueblo en el que había vivido feliz en su temporada como discípulo de archivero. La puerta al Archivo mayor también se le había cerrado, pero encontró una opción muy interesante en la biblioteca de Mitosfin. 

    Seguía pesándole en el corazón su desamor por Parsea, pero, tras todo lo que había vivido, tenía claro que no quería seguir persiguiendo imposibles. A partir de ese momento espabiló, puso los pies en la tierra y se dedicó a vivir una vida tranquila. Con el tiempo se enamoró de una nueva bibliotecaria que no daba pie con bola, pero que se reía todo el rato. Y tuvo la suerte de ser correspondido.

    Su ex novia, dejó el pueblo tras la muerte de su padre. Se fue con su madre a Centro Brillante y terminó casada con un ilustre personaje del gobierno. Nadie volvió a saber más de ella.

    Por su parte, Gureo siguió siendo el eterno amigo enamorado de Nadea. Se resignó a que la sirena nunca le vería como algo más y terminó aceptando que Avan no era un mal tipo, aunque eso no significara que le cayera bien.

    Se veía mucho con su amiga en el pueblo, pero nunca más se acercó a la frontera. Años después de la gran aventura, comenzó a salir con una sirena tranquila y muy hermosa con la que se le veía muy feliz. No sería la pasión de su vida, pero era evidente que la quería muchísimo. Por cierto, su novia nunca tragó a Nadea. Seguramente, un sexto sentido le advertía que allí había habido algo más de lo que se podía ver en la superficie.

    En cuanto a los atacantes al monasterio, la seguridad de la frontera y el contrabando de “medicinas” contra la terrible enfermedad. Todo eso es información clasificada que sólo unos pocos manejan. 

    Y nosotros no somos uno de ellos.


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Índice Mitos y Criaturas

TOMO 1 CAP 1: Luz y oscuridad

TOMO 2: CAP 5: La muerte