Tomo 3: CAP 11: El cónclave de brujos



    Astando interrogó a los chicos exhaustivamente, primero en grupo y luego por separado, cuando por fin logró ganarse la confianza de la sargento de hierro. Aunque Siliba no cedió en que ella debía estar delante en todo momento.

    Aún tuvo que aguantar el brujo otra interrupción cuando Inizia se despertó y salió corriendo de la habitación gritando los nombres de sus hijos. Cuando los tres corrieron a su encuentro y pudo comprobar que estaban bien se tranquilizó un poco, aunque se quedó horrorizada cuando se dio cuenta de que a Avan le faltaba un colmillo.

    —¡¿Qué te ha pasado?! —preguntó con un hilo de voz.

    Pero las explicaciones tuvieron que esperar ante la petición de Astando de continuar con los interrogatorios lo antes posible. Afortunadamente, le llegaron los refuerzos que había pedido al cónclave para acelerar el proceso. Demasiados testigos que interrogar, demasiada información dispersa…

    Aunque aún hubo otro pequeño revuelo cuando la bruja se encontró con el profesor Aristo durmiendo en la habitación de su hijo pequeño.

    Inizia sacó de allí a los lobitos sin mediar palabra y fue en busca de la ayuda de sus congéneres, que la tranquilizaron a medias contándole que su agresor estaba bajo un hechizo de manipulación mental que ya había sido retirado.

    —Mi papá ya es normal otra vez —le aseguró Per con una gran sonrisa.

    Los cierto es que, todos los allí reunidos, estaban ávidos por encontrar respuestas, pero como bien expuso Astando, lo mejor era llevar un orden. Primero se harían cargo de la seguridad del mundo y luego de la curiosidad personal. 

    De todas formas, les fue franco y les confesó que no podría responder a todas las preguntas por tratarse de información confidencial que, evidentemente, no podía estar en manos de los ciudadanos. ¡Y mucho menos de niños!

    De todas formas, y teniendo en cuenta el riesgo que habían corrido los jóvenes en sus locas aventuras, les iba a conceder el privilegio de compartir algo de conocimientos sobre lo que estaba pasando. 

    En cuanto terminaron con los interrogatorios preliminares, se los llevaron a todos a la sede del cónclave con total discreción para continuar con otros más exhaustivos y darles, por fin, algunas respuestas a sus preguntas.

    Los tres “amigos” también fueron convocados y llegaron acompañados de sus padres. Con ellos terminaron pronto, ya que se limitaron a advertirles de las consecuencias de desvelar secretos tan importantes y a hacerles firmar unos documentos de confidencialidad sobre todo lo que habían visto y vivido. Cuanto menos se supiera en Oscurio de la existencia real de los mitos, mejor.

    Aristo se hizo cargo del cuidado de los dos niños mientras el resto estuvieran en la sede del conclave de Nimarium, ya que él no necesitaba saber más que lo que le habían dicho a su llegada. 

    Se le había enviado, junto con Redo, desde la agencia al cónclave, con toda la información necesaria para llevar a cabo su misión. Al joven agente que lo acompañaba se le había dado por desaparecido y se había desplegado un efectivo de agentes especiales para dar con él. Por ahora, no habían tenido mucho éxito. Aristo esperaba que se encontrara bien, pero, a medida que pasaba el tiempo tenía menos esperanza de encontrarlo con vida.

    El hombre lobo había llegado a un acuerdo con Inizia para encomendarle el cuidado de su hijo mientras él continuara con la misión. No quería volver a ponerlo en peligro. 

    En vista de las circunstancias, había abandonado su tapadera como profesor de instituto, que había adoptado para no levantar sospechas, y estaba totalmente centrado en el caso de la masacre del monasterio, sobre el que habían logrado levantar de nuevo el complicado hechizo de ocultación que lo mantenía lejos de ojos curiosos. Dentro se instaló Aristo, junto con un grupo de investigación de la agencia y otro de brujos, para arrojar luz sobre lo que allí había pasado.

    En cuanto al resto de los implicados, se les convocó en el despacho de Astando para ponerles al corriente y explicarles cómo se iba a proceder con ellos a partir de ese momento. Por cierto, el colmillo de Avan nunca apareció. Lo tenía bien guardado en su bolsillo cierta hadita, que no veía la hora de regresar a su hogar. Aunque los brujos sí que averiguaron que se lo habían arrancado con su consentimiento. Avan, aseguró, respaldado tímidamente por el resto, que se había tratado de un reto tipo “¿A que no te atreves a…?”. Prefería que le tacharan de estúpido, antes de que su sacrificio hubiera sido en vano y requisaran el colmillo.

    Astando les contó, con mucha paciencia ante las múltiples interrupciones de su público, que lo que había hecho Parsea con los símbolos de la cueva, sólo le había valido para teletransportarse al monasterio en Oscurio. Afortunadamente. Porque si hubiera dado con el verdadero fallo le habría causado la muerte antes de poder arreglar el problema de la frontera. Para parar el movimiento de ésta, se habían tenido que sacrificar nuevamente nueve brujos del cónclave. Un alto precio que pagar para seguir disfrutando de una relativa paz.

    El monasterio, les explicó, es el punto más importante del cónclave de los brujos, allí se encierran los miembros que van a dedicar su vida a trabajar por la seguridad de la sala del gran hechizo. Muy pocas criaturas conocen su existencia y ningún mito sabe nada sobre él. O eso pensaban hasta ahora. El ataque los pilló por sorpresa y les dio vía libre a los asaltantes para acceder a la sala de los hechizos sin ser detectados.

    Gracias a las declaraciones de los jóvenes mitos y a los datos recabados por informantes del otro lado de la frontera, se ha podido deducir que se usó magia de manipulación mental sobre dos tritones de Mar del Fin para llevar a cabo el plan de la cueva. Un tipo de magia que sólo dominan los mejores brujos de Oscurio (no hizo falta añadir que esto apuntaba a, al menos, un traidor en el cónclave).

    Por otro lado, el edificio alberga muchos secretos que sólo conocían los que vivían allí y que se habían llevado a la tumba. Por los indicios de registro encontrados, es de suponer que los atacantes también buscaban algo, pero no se podía asegurar nada todavía. Llevará muchos años de investigación y estudio intentar redescubrir todos esos secretos y lo que buscaban allí.

    Evidentemente, se hacía urgente devolver a los jóvenes mitos a su parte del mundo antes de que alguien más los descubriera. En esta parte, Avan tuvo algo que objetar. Algo a lo que no pudieron negarse los brujos del cónclave.

    La siguiente persona a la que se convocó, y a la que se le hizo jurar que no desvelaría nada de lo que fuera a ver o escuchar allí bajo castigo de pena de muerte, fue al profesor Banio, que sólo acudió porque la invitación no parecía que dieran lugar a ser rechazada. Si hubiera sido por él, hubiera delegado el honor en otra persona con sumo gusto.


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