Tomo 3: CAP 13: Arrepentimientos



    Avan observaba el agua sentado en la roca de siempre. De tanto visitar la frontera, su piel se iba acostumbrando poco a poco a esa intensidad de la luz, muy escasa para un mito, pero desbordante para una criatura.

    Sabía que había hecho lo correcto dándole a entender a Nadea, de la forma más cruel posible, que para él no significaba nada. Así la alejaba y le daba la oportunidad de comenzar una vida mejor que la que él hubiera podido ofrecerle.

    Además, Astando le había expuesto de forma rotunda todas las razones por las que la sirena debía volver a su mundo. Y estaba de acuerdo. Pero… pero… Ojalá hubiera habido una mínima opción de permanecer juntos. Se hubiera aferrado a ella como un loco. 

    Cuando acabó el rito y notó como se desvanecía el efecto de dependencia del lazo, le invadió otro sentimiento, también muy fuerte, que nada tenía que ver con la sed ni con la necesidad de posesión. Sólo quería que esa personita azul que tenía delante fuera feliz, sin importar nada más.

    Cerró los ojos con un cansancio más espiritual que físico. La echaba de menos. Muchísimo. Tanto que, a veces, le parecía sentirla a su alrededor. Su risa cantarina, su olor a pescado, su voz chillona…

    —¡Avaaaan! —le taladró los oídos un grito emocionado. Al segundo, alguien con la piel mojada, ligeramente viscosa y muy suave lo abrazó con fuerza.

    El vampiro abrió los ojos y vio la cara de una llorosa Nadea muy cerca de la suya.

    —Avaaaaan —repitió insistente ella—. Ya sé que no me quieres, pero me prometiste que me morderías de nuevo si te lo pedía. ¡Y no has venido hasta ahora para evitarlo! —le acusó arrugando el ceño.

    —Sí he venido… —se excusó el aludido confundido.

    Su cerebro aún no procesaba lo que estaba pasando.

    —¡¡Pues no has venido cuando yo venía!! —protestó ella.

    Se retiró el pelo del cuello y se encaró con el chico.

    —¡Muerde! Me lo prometiste —le pidió con anhelo.

    Avan comenzó a reírse sin poder evitarlo.

    —No pienses que vas a poder librarte de esto —le aseguró la sirena apuntándole amenazadora con un afilado dedo —. Deja de reírte y muérdeme que no estoy de broma.

    Le había bastado un día a Nadea para darse cuenta de que el orgullo no le iba a servir de mucho. Quería estar con el vampiro y era todo lo que le importaba. Ya les explicaría a sus padres luego la situación. Les iba a costar un poquito aceptar a su novio, pero le daba igual. Le tenía que gustar a ella. El resto, incluido el mismísimo Avan, se podían meter sus razones por donde quisieran. No necesitaba el apoyo de nadie.

    El vampiro todavía no se creía lo que veía. Nadea había ido a buscarlo. Nadea le quería. Nadea estaba a punto de meterle un guantazo para que espabilara…

    —Eh eh —exclamó agarrándola de las muñecas. Eso le hizo sentir un poco de déjà vu — Oye, tienes que quitarte esa mala costumbre —le pidió aún eufórico.

    La sirena dejó de resistirse.

    —Prometo no volver a golpearte jamás —dijo ella solemnemente —Ahora muerde.

    Pero Avan negó con la cabeza muy despacio.

    —No voy a morderte…

    —¡Me lo prometiste! —ahogó un sollozo la sirena.

    —No voy a morderte porque no hace falta —continuó el vampiro notando que se le subían los colores.

    A estas alturas declararse a la chica que le gustaba no debería ser un problema. Pero seguía dándole mucha vergüenza.

    —Te quiero y no necesito nada para reforzar eso. Es un hecho, ¿vale? —terminó su discurso hablando más deprisa de la cuenta.

    La sirena abrió mucho los ojos y se quedó sin palabras durante unos segundos.

    —¡Me amas! —gritó por fin feliz —Me amas muchísimo, infinito, más que a nadie… —siguió emocionándose más y más a cada palabra.

    —Sí, sí —contestó Avan claramente avergonzado y deseando que ella se callara.

    —Pues dilo —le pidió Nadea con una gran sonrisa.

    —Mmmm. T’amo —masculló muy bajito el aludido.

    —¿Qué?

    —Que te amo, ¿vale? TE AMO —le gritó un poco ofuscado.

    —Pues entonces muerde —volvió a pedirle la sirena ofreciéndole el cuello una vez más.

    —Tú nunca escuchas —se rió Avan.

    —Sólo por si acaso. Me quedo más tranquila con el lazo ese otra vez activo.

    El vampiro se acercó a la sirena y la sorprendió con un torpe beso en los labios que la pilló desprevenida.

    —Creo que con esto ya queda todo claro —afirmó con voz temblorosa Avan.

    —Sí —estuvo de acuerdo Nadea —. Pero, qué te cuesta morderme. ¡Mira que eres cabezota!


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