Tomo 3: CAP 5: El rito para romper el lazo


   Avan tocó a la puerta y se alegró de escuchar la voz de su profesor en el interior invitándoles a entrar.

    La abrió y accedió al despacho con Nadea detrás. Aún tenía cogida su mano y en ese momento se la apretó con nerviosismo. 

    —Au —se quejó bajito la chica.

    El vampiro la soltó y levantó la mirada, que hasta ahora había mantenido en el suelo. Cada vez se sentía peor. Sentía como un extraña angustia le bajaba por la garganta y le revolvía el estómago.

    Su profesor dejó a un lado los papeles en los que estaba enfrascado, se levantó, como si tuviera un resorte en el trasero, y fue presuroso a su encuentro con una expresión de alivio y de alegría en la cara.

    —Avan, nos tenía usted muy preocupados —le reprochó apretándole cariñosamente el brazo.

    Entonces reparó en la chica que continuaba semi escondida a las espaldas de su joven alumno.

    —Buenos días, señorita —la saludó educadamente —. Supongo que usted es la causante de todo este lío.

    Nadea parpadeó rápido varias veces. ¿Le habría contado Avan a este señor todo acerca de sus excursiones a la cueva?

    —Bueno —se defendió ella —Todo, lo que se dice todo, no. Que al final no había sido yo la que había modificado el hechizo.

    Ahora el desconcertado era el profesor.

    —¿Cómo dice? —preguntó perplejo.

    Pero Avan se adelantó a la respuesta de la sirena.

    —Creo que es mejor solucionar lo más importante primero y luego ya nos ponemos al día —aseguró lanzando una significativa mirada al profesor. Pero éste no se dio por aludido.

    —No puedo estar más en desacuerdo —comenzó el adulto muy serio —. Para romper el lazo tenéis que querer los dos y conocer todo lo que ello implica.

    “¡Otra vez con eso del lazo!”, pensó Nadea muy intrigada, “pues no voy a dejar pasar esta oportunidad. Quiero saber qué demonios es eso”.

    —Y estamos de acuerdo… —empezó a justificarse su compañero de aventuras.

    —¡¡¡Un momento!!! —interrumpió ella con uno de esos gritos agudos que ponían los pelos de punta al chico —. No tan deprisa. Quiero saber qué es eso del lazo.

    —No es nada importante… —empezó a explicar Avan cada vez más pálido.

    —¡Cómo que no es importante! —se mostró de nuevo en claro desacuerdo su profesor.

    El joven vampiro suspiró sintiéndose derrotado. Tendría que haber contado con esa situación, aunque, bien pensado, ya daba un poco igual si Nadea le cogía asco o no. De todas formas, después del ritual la devolvería a su casa y ya no se verían más.

    —Está bien —claudicó —Nadea… mmmm… No me odies…

    Ella quiso decirle que eso nunca podría pasar, pero se le secó la boca y no fue capaz de emitir sonido alguno. Algo muy extraño en una parlanchina nata como ella. Había vivido tantas cosas que empezó a sentir un temor muy inquietante por lo que parecía que iba a venir ahora. Quería hablar y tranquilizar al vampiro, pero también quería escuchar primero a qué se refería. ¿Tan malo era eso del lazo?

    —Vamos a tranquilizarnos —puso orden el adulto —. Por favor tomen asiento.

    Alcanzó un par de sillas que acercó a su escritorio y reforzó la invitación con un ademán de su elegante mano.

     Los adolescentes se sentaron en silencio y librando sus propias batallas interiores.

    —Vamos a ver señorita —se refirió Banio a la sirena —¿Me está diciendo que no sabe nada acerca del lazo que construyen los vampiros con su alma predestinada? ¿En qué mundo vive?

    Ambos chicos se miraron sin saber qué contestar.

    —¿Alma predestinada? —se oyó repetir a sí misma. 

    El profesor no se podía creer que hubiera una sola criatura en Oscurio que no conociera la forma en la que los vampiros se emparejaban de por vida (aunque siempre había excepciones y para eso estaba el ritual que estaban a punto de realizar).

    —Vamos a ver —comenzó intentando ordenar sus ideas —. Llega un momento en la vida de los vampiros que sienten algo así como lo que otras criaturas llaman el flechazo. Entonces, si el sentimiento es mutuo, establecemos una relación, digamos, física, a través de la sangre de nuestra pareja para sellar la pertenencia.

    Nadea arrugó la nariz impactada. ¿El lazo era una manera de atar a una persona a tu lado y crear necesidades tan ilógicas? 

    —Por este tema tan peculiar, lo normal es que el lazo se establezca con seres de nuestra misma raza, ya que otras criaturas son más irresponsables e infieles… No quiero decir que esta premisa se cumpla con todos y que los únicos fieles a sus parejas en Oscurio sea nuestra raza. A ver, me refiero a que los vampiros por naturaleza se atan de por vida a una pareja y no soportan tenerla lejos aún sin el lazo de sangre.

    La sirena se volvió hacia Aván que se había cubierto completamente la cara con la capucha de la chaqueta y permanecía encogido en una postura muy incómoda.

    —Es de suponer —prosiguió el profesor —que, al no saber nada del tema, algo totalmente sorprendente, hayas dejado que Avan, loco de amor…

    —Tampoco hay que exagerar —interrumpió el aludido con un hilo de voz.

    —Ejem ejem —continuó el profesor un tanto molesto con su alumno —. Como estaba diciendo, ya veo que esto ha sido un acto de irresponsabilidad por parte de ambos…

    —¡No es verdad! —protestó el chico vehementemente—. Fue un accidente. Sufro de sonambulismo, ¿sabe?

    —¿Me mordiste por equivocación y te arrepientes porque no te gusto? —intervino Nadea al borde de las lágrimas.

    —¡No! —volvió a protestar Avan —No me arrepiento.

    —¡Sí que te arrepientes! —chilló furiosa y triste la sirena —. ¿Si no te arrepientes por qué quieres romper el lazo?

    El vampiro se quedó en silencio unos segundos. Tenían poco tiempo. En unas horas tendría el reconocimiento médico al que no podía ir de ninguna de las maneras. Para ese momento ya tendría que haberla llevado de regreso al otro lado de la frontera. Así que decidió tirar por la carretera del medio y apechugar con todas las consecuencias.

    —Pues vale. Sí, tienes razón. Me arrepiento.

    Un latigazo de dolor le cruzó la cara allí donde la sirena le había estampado la palma de su mano con todas sus fuerzas. Luego, ella se levantó con lágrimas en los ojos y se fue del despacho dando un portazo.

    Profesor y alumno se quedaron de piedra ante la violenta respuesta de la chica.

    —Me temo Avan, que es usted un mentiroso muy cruel. Acaba de romperle el corazón a esa señorita. Pensaba que la mala en esta historia era ella, pero ya no lo tengo tan claro —Afirmó el adulto muy serio —. Es más que evidente que ella le ama.

    El joven vampiro sintió como se desgarraba por dentro. Había metido la pata hasta el fondo. Pensó que se enfadaría, sí, pero que sería algo en plan “Vamos a hacer el ritual ya que quiero perderte de vista vampiro pringado y ridículo”, no que se pondría a llorar. ¡La había hecho llorar! Otra vez...

    Sin contestar a su interlocutor, salió corriendo tras ella.


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