Tomo 3: CAP 8: Confidencias


    —¿Le mordiste en contra de su voluntad? —se escandalizó su vecino.

    Avan tragó saliva ruidosamente.

    —¡No! —negó con vehemencia —Es que estábamos dormidos y yo soy sonámbulo. Fue sin querer.

    —¿Estabais durmiendo juntos? ¡Jo! Con el pringado. Él sí que sabe —se burló Istio con una risa desagradable.

    —En realidad, yo me había desmayado cuando me atacó —quiso arreglarlo Nadea.

    Seis pares de ojos se clavaron en el vampiro con muy diferentes expresiones: reproche, asombro, incredulidad, rabia, curiosidad...

    —¡No fue así! —se giró histérico hacia la sirena — No fue así —repitió para todo el mundo.

    Pero nadie le contestó. Debían estar haciéndose sus composiciones de lugar.

    —Bueno, sí que fue un poco así, pero ¡yo estaba dormido! Caminaba sonámbulo. Ni siquiera me enteré de que la estaba mordiendo —se justificó.

    —Se arrepiente profundamente de haberme mordido —añadió tristemente Nadea.

    —Pues si él se arrepiente, yo me presento voluntario para ser tu alma predestinada en cuanto rompáis el lazo —se ofreció Revi caballerosamente.

    —¡No! —casi gritó Avan.

    —Por encima de mi cadáver —bramó casi a la vez Gureo.

    Ambos chicos miraron al nuevo rival con ganas de borrarlo del mapa, pero el joven vampiro ni se inmutó.

    —No me arrepiento, ¿vale? —reculó Avan —. Bueno, al principio, sí. Me encontré contigo encima y sin saber qué hacer —se refirió directamente a Nadea—. No había visto a nadie como tú en mi vida. Me asusté —confesó escondiendo la cara entre las manos —. Pero luego, a veces, pensaba en nosotros juntos. Me encantaría. Pero, ¿no ves que es imposible? Yo no aguanto la luz, tú no puedes estar mucho tiempo fuera del agua…

    —¿Y qué? Yo lo veo muy compatible —aseguró la sirena repentinamente muy feliz —. Podemos vivir en la costa de Oscurio más cercana a la frontera. Así estaríamos a un paso de Mar del fin y de Nimarium —se emocionó.

    —Tú familia no me aceptaría —afirmó el vampiro, convencido de que ese sería el menor de sus problemas si se empeñaban en seguir adelante con su relación. Que aún no era ni relación. Nadea sólo empezaba a conocer lo que significaba el lazo.

    —¡Exacto monstruo! —estuvo de acuerdo Gureo —Nadea, no puedes hablar en serio.

    La sirena comenzó a fruncir el ceño. Le gustaba al vampiro, todo era maravilloso. Por qué todo el mundo se estaba empeñando en fastidiarle el momento.

    —Aquí lo único importante es que Avan y yo nos queremos —afirmó rotunda.

    El aludido carraspeó nervioso. El resto de los vampiros allí reunidos también parecían bastante inquietos.

    —Creo que tienes una conversación pendiente con tu “novia” —comentó Istio haciendo especial énfasis en la última palabra.

    —No quiero meterme en vuestros asuntos personales —secundó Revi —, pero Istio tiene razón. No le has hablado de los efectos del lazo, ¿verdad Avan?

    El aludido cambió de postura, se rascó un brazo, volvió a cambiar de postura, se pasó una mano por la frente…

    —No me importa nada de eso —se empecinó la sirena —. Creo que le he querido desde la primera vez que le vi.

    —¿Cuándo te atacó? —preguntó Per inocentemente.

    —¡No! Cuando se sentó a mi lado en la frontera para consolarme —explicó soñadora.

    —Pero ahí ya te había mordido ¿no? —quiso aclarar Revi muy serio.

    —Sí —confirmó ella —. Y eso qué tiene que ver.

    —Seguro que Avan nos lo explica ahora mismo —dijo Gureo muy interesado.

    El aludido puso cara de circunstancias, pero nadie le dio tregua.

    —Mmmm… Nadea —comenzó con voz apagada—. Sólo crees que me quieres porque te mordí. El lazo hace que aumente la dependencia entre la pareja y… y su… su amor… y todo eso.

    —Si lo aumenta, es porque lo hay desde el principio —argumentó ella muy segura.

    —Sssssi… Lo hay si los dos se conocen antes del mordisco. Pero es que no sé de ningún caso en el que el vampiro muerda a alguien sin conocerlo antes. Nos tomamos esto muy en serio. Piensa que es un lazo de por vida. Ambos tienen que estar de acuerdo o sería una falta grave del honor vampírico —le rebatió le chico apesadumbrado.

    —Pero sin amor, seguro que todo ese rollo del lazo no tendría ningún efecto —quiso ayudar Parsae.

    Después de lo que Avan iba a hacer por ella y por su padre, lo defendería a muerte. Había ascendido a su mejor amigo número uno.

    —Pero qué amor va a haber si Nadea no sabía ni que existía —se lamentó el chico —. Ni yo que existía ella. Cuando la vi por primera vez casi me muero del susto. Perdona Nadea, pero no es momento para suavizar nada. Quiero que entiendas por qué es urgente romper el lazo. 

    El vampiro hizo una pausa para reorganizar sus ideas. Nadea comenzó a asustarse. Estaba segura de que lo que le iba a contar ahora le iba a gustar aún menos que lo anterior. Que tampoco lo veía tan grave. Qué más da que el amor llegara antes o después del mordisco o si estaba inducido por el lazo. Lo importante era que ahora se querían, ¿no?

    —Lo más preocupante de todo es que no se conoce ningún lazo entre criaturas y mitos. No sé qué efectos puede haber en tu salud —explicó Avan muy angustiado —¿Y si te estoy matando al descompensarte la producción de sangre? Ya hace muchos días del “accidente” y tu riego sanguíneo no acaba de estabilizarse. ¡No puedo vivir con eso! 

    La sirena sintió cómo su corazón se rompía en mil pedazos. A ella no le parecía tan mala idea morir de amor, pero le quedaba claro que Avan, mucho más práctico y realista, la llevaría al despacho del señor Banio atada y amordazada si hacía falta para realizar el dichoso rito. No dejaba de ser una situación muy trágica, pero a la vez tan romántica…

    Miró la cara angustiada de Avan, pensando en lo mono que se veía con esa expresión tan de niño perdido.

    —Vale, vale. Ya lo he entendido —aseguró sospechosamente tranquila —. Sólo tenemos que romper el lazo, enamorarnos y volver a crearlo. Luego que me mire un médico a ver cómo va la cosa. No vamos a romper por algo que a lo mejor sólo significa que necesito un poco más de tiempo para habituarme.

    —¡¡¡Nadea!!! —rugió Avan perdiendo la paciencia. 

    —A mí me suena muy bien. Es un plan que vale la pena tener en cuenta —opinó Parsae entusiasmada.

    —No la animes —le gruñó el vampiro de muy malos modos.

    —Pues yo también creo que es una buena idea —les sorprendió a todos Gureo —. ¿Nadie más quiere saber si esto es amor verdadero o todo a causa de una maldición?

    —Oye, oye no te pases —se enfadó Revi. El resto de los vampiros también expresaron su indignación. El lazo era una forma preciosa de expresar el amor que el vampiro sentía hacia su amada. ¡¿Cómo que maldición?!

    —¡Cómo le llamaríais a obligar a tu pareja a encadenarse de por vida a ti! —insistió hosco el tritón—. Yo lo llamo hechizo de dominación.

    En ese momento sonaron unos golpes en la puerta.

    —Revio, ha venido un profesor del instituto a verte. ¿Puedes salir un momento? —Oyó el vecino a su madre.

    —¡Es Aristo! —susurró histérica Nadea.

    —¿Está vivo? —se alegró Parsae.

    —Ese profesor no es mi padre —dijo Per echándose a temblar.

    —¿Habéis visto a Aristo y no habéis dicho nada? —se indignó Avan

    —¡Eh, colega! Tenemos que salir zumbando —le advirtió Estervio —El profe ese no miraba a Nadea como una amiga, sino como una presa. Y sé de lo que hablo.

    Nadie se paró a preguntar nada más. Salieron por la ventana del sótano a toda prisa.

    Lo último que oyeron fue a Revi asegurando que se lo quitaría de encima lo antes posible y que se reuniría con ellos en la casa de Avan.


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