Epílogo

Nadea y Avan siguieron con sus vidas en sus respectivos pueblos y, siempre que podían, se escapaban a la costa para disfrutar de su mutua compañía. A veces, les acompañaban los lobitos, los vecinos del vampiro (al final se hicieron bastante amigos) o algún familiar. Los que nunca volvieron a la frontera fueron Gureo, ni Parsae. Al padre de la sirena le sentó como un tiro la situación, pero, curiosamente, la madre la aceptó con gran facilidad. Sabía que su hija no se conformaría nunca con la tranquila vida que podía ofrecerle un tritón de Mar del Fin. Además, le cayó muy bien el vampiro. Parecía que se complementaba muy bien con la loca de su hija y que era ideal para centrarla. Sentía que ese chico pálido y oscuro era muy buena persona y eso le bastaba. Inizia estaba encantada con su nuera y las dos se reían mucho juntas cuando se veían. La bruja se lamentaba por haberla odiado tan profundamente cuando pensaba que era una sádic...